jueves, 23 de noviembre de 2023

Entrevista con un marido cornudo

Entrevista con un marido cornudo.

Un amigo ha encontrado en internet una entrevista que ha considerado muy interesante y me la ha enviado. A mí también me ha parecido interesante y este escrito es parte de esa entrevista. No estoy totalmente de acuerdo con algunas de las cosas que se dicen, pero eso es normal. En una actividad como esta cada uno tenemos nuestra opinión y nuestro punto de vista, pero es muy importante conocer todas por lo que nos pueden aportar. Espero que les guste.

Mi entrevistado se hace llamar Pamplemousse (el apodo que utiliza en páginas de contactos que le permiten buscar corneadores para su mujer), tiene 46 años y vive en Barcelona. Es un hombre inteligente que desprende pasión en cada palabra que pronuncia, con una mente creativa y un tanto caótica. Y, dicho esto, disfrutad de la entrevista.

Pregunta.- He leído que un cornudo es el “esposo de una mujer adúltera”. Hay quien prefiere el término anglosajón de cuckold y he descubierto otra expresión que me resulta especialmente curiosa: marido consentidor. En tu caso en concreto, ¿Cómo te definirías?

Respuesta.- Esa definición que comentas es la definición tradicional, la del diccionario, pero yo no considero que mi mujer sea adúltera, para nada. Para ser adúltera hay que engañar, y eso es, precisamente, lo que no se hace en este caso.

En terminología liberal, cornudo es el que participa de la infidelidad -entre comillas- de su mujer. De ahí lo de “marido consentidor”.

P.- ¿No te parece una expresión machista? “Consentir”, como si la mujer no tuviera libertad…

R-. Esa es buena… No es consentir… pero tiene parte de lógica que sea así.

P-. ¿Sí? ¿Por qué?

R.- Porque es cosa de dos, ella no jugaría jamás sola sin que yo lo supiera. Es más ¡Ella nunca ha jugado sola! No es que me tenga que pedir permiso; es una experiencia que disfrutamos los dos, juntos, cada uno a su manera.

P.- ¿Cómo crees que te ven los demás?

R.- Como cornudo. Aunque a mí me gustaría que me consideraran más cornudo de lo que me ven. Es decir, que es lo que dice la teoría de Internet que hay que hacer. ¡Y fíjate que tengo ganas de que lo hagan! Pero en la cama. En la calle estoy a satisfecho con la imagen que tienen de mi.

P.- Entonces, ¿consideras que ser cornudo es una forma de sumisión?

R.- Totalmente. Lo que pasa es que luego no es así, no es tanto. En nuestro caso lo llevamos al revés: soy yo quien organiza las citas. Soy yo quien le digo a B lo que me gustaría encontrar en una cita y lo que no, lo que hacemos después y lo que no. Cuando lo ha hecho ella por propia iniciativa –siempre sabiendo que me iba a gustar-, me ha sorprendido mucho y me ha puesto muchísimo más cachondo. Pero en el 90% de los casos soy yo el que tira del carro. No me puedo considerar sumiso. ¡Me encantaría! Pero no, porque ella tampoco tiene un perfil dominante. Cada uno disfrutamos de esa sumisión a nuestra manera. Imagínate la situación: B entregada por completo a su amante; él a satisfacer a B, y yo completamente empalmado, moviendo la colita como un perro, esperando mi momento. ¿Quién somete a quién?

P.- Como organizador de todo el cotarro, explícame un poco cómo es la logística de vuestras citas: dónde buscas a los corneadores, en qué lugar follan con tu mujer, en qué momento apareces tú –si es que lo haces-…

R.- Antes de eso, lo que todos los corneadores me preguntan siempre cuando conocen a B es: “Tú, con esta mujer que tienes, ¿por qué la compartes?” Y a mí me encanta contestarles: “yo la tengo todos los días. ¿Tú no compartirías algo así?”

Nuestra logística se ha ido “perfeccionando” con el tiempo. Cuando no conoces al chico de nada ni tienes referencias, contactas con él -o ellos contactan conmigo- a través de alguna de las redes sociales, y nos tomamos una cerveza o un café. Los chicos solos. En muchas ocasiones, ella ni se entera. Me gusta «venderla» y que el chico entienda bien nuestro juego… Me pone muy cachondo esa fase. Muy, muy, muy cachondo. Si me gusta el chico, le enseño fotos de ella y videos, de los que no están en las redes, para ponerle también muy cachondo y que desee que llegue el día… Después toca vendérselo a ella… Eso sí, ella siempre tiene la última palabra y marca los tiempos. Por mí estaríamos todo el día quedando, y si es con chicos diferentes, mejor que mejor.

Los días previos son super excitantes, hablamos mucho del tema, estamos todo el rato whatsapeándonos… y en muchas ocasiones hasta me deja sin sexo, ¡para tener más ganas para el chico!

Hay partes del proceso, como el momentos previo a salir de casa: el momento del afeitado… Necesito hacerlo yo, necesito prepararla para que esté impecable para el chico… Me vuelve loco afeitarle el coño para que el chico se lo encuentre suavecito, escogerle la lencería y la ropa que se va a poner. Necesito ser yo, es como si fuera mi contribución. En más de una ocasión -unas cuantas- me he presentado el día antes con un vestido nuevo o la lencería que quería que luciese.

A nivel de gustos sexuales: le digo a los corneadores lo que le gusta a B. Me gusta venderla, en definitiva, me gusta empaquetarla lo máximo posible para que ellos se embelesen y la quieran para ellos, porque luego va a volver siempre conmigo.

Siempre lo organizo todo para tener una experiencia morbosa más allá del sexo. No vamos directamente a follar, aunque ya lo tenga hablado con el chico y, bien en su casa o en algún hotel, podamos rematar.

De hecho, lo que más me excita –y a ella- es la interacción en público. Que alguien pueda verla conmigo y después besándose con otro hombre, me encanta. Si además se meten mano, ya ni te cuento. ¡Me encanta la provocación! Por ejemplo, en San Valentín estar los tres cenando en una mesa y que la gente del restaurante piense “con quién de los dos está”, me encanta. Ese juego morboso es lo que más me gusta.

P.- Hay quien le llama la “emoción del cornudo”, ¿verdad?

R.- Exacto. La emoción del cornudo es que los otros vean lo cornudo que eres. El sexo en sí son cuatro paredes y tres personas… Que la gente que tienes alrededor, que no tiene nada que ver, se de cuenta… ¡Y además provocarlo!

Recuerdo una frase del Fary que decía: “De nada sirve acostarse con Ava Gadner si nadie se entera”. Pues esto es lo mismo… Hay un punto exhibicionista que da mucho morbo.

Aunque, cuando lo organizas tú todo, sabes más o menos lo que va a pasar: vas a presentar a tu mujer a un chico y se van a morrear, meter mano o irse al lavabo a follar. Cuando lo organiza ella es completamente distinto, porque ahí sí que vas vendido. ¡Eso sí que es realmente emocionante! .

P.- Además de provocar en público, ¿Qué otras cosas te excitan de ser cornudo?

R.- Cómo me mira mi pareja en el momento de llegar al orgasmo. Me mira diciendo: “me está follando este y me lo estoy pasando de puta madre, pero estoy contigo”. ¡Me vuelve loco!

P.- Antes comentabas que los corneadores siempre te preguntan “por qué quieres compartir a tu mujer”. Después de escuchar lo que has dicho de la mirada no parece que sea tanto un “compartir”. ¿Tú cómo lo ves?

R.- No la comparto. A ver… sí y no. Para mí esto es un juego. Jamás me permitiría buscarle un tío feo, ni un tío que no me gustase. Siempre tengo que buscar lo más de lo más de lo más, y que yo los considere más guapos, más potentes, mejores amantes que yo. Porque es un desafío: “tú –que en teoría eres mejor que yo- te la follas, pero se va a venir a casa conmigo luego. Por algo será”. Es ese “por algo será”.

¿La compartes? Sí, claro, y en los momentos más íntimos que se pueden dar… Pero es siempre por el desafío de que volverá conmigo, a pesar del polvo que acaba de echar.

P.- Entonces, ¿podrías decir que este juego te aumenta la autoestima sexual?

R.- Ahora sí. Pero como en todo proceso no siempre ha sido así. En los inicios, las primeras veces, me hundíaClaro, llegaba un tío, guapo a rabiar, con un pollón que te cagas y, sin conocer a B de nada ni tener la experiencia sexual que yo tengo con ella, le hacía correrse mil veces o le descubría cosas que yo no había conseguido que ella ni siquiera se plantease, y dices ¡joder!

Era follar con alguien y yo intentar repetir todo lo que veía que le había gustado. Y eso psicológicamente te hunde. A ella también. Ella decía: “yo quiero a mi marido de siempre. Esto son cosas puntuales. Es como cuando te comes un pastel. No te lo comes todos los días. Yo quiero al de diario”. Pero ahora ya no me comporto así. Tardé tiempo en comprender que nuestra vida sexual de pareja era increíblemente buena, y esto es solo la guinda.

A B nunca le ha gustado conocer gente nueva, prefiere el “malote” conocido que el bueno por conocer.… Ella es de repetir. Y yo jamás lo he entendido, lo de repetir. Yo prefiero muchas pollas, que sea muy zorra, que se la follen muchos. Pero ella me decía: “quiero llegar a follar bien. Quiero repetir”Vale, sí. Pero repetir quiere decir que haya más lazos, que haya una amistad, un conocimiento, algo más… Y, en mi mente de cornudo, lo confundía con que él podía estar enamorado de ella y ella de él; cuando en realidad era compenetración… Cuanto más conoces a una persona, más sencillo resulta todo, más te sueltas e infinitamente mejor es el sexo.

Por ejemplo, con J (un amante habitual de B con quien P tiene una relación actual excelente) al principio, estaba convencido de que había algo más… Bueno, quería creerlo… y esa continuidad, ese conocernos mucho más de lo habitual, nos ha dado momentos antológicos.

P.- Entiendo entonces que el hecho de que tu mujer se “enamore” de sus amantes no es un límite en vuestro caso. Parece incluso un aliciente para ti. ¿Qué límites le ponéis a este juego? Si es que tenéis alguno

R.- Me gusta pensar que se enamora, porque supone un aliciente más en el reto de que vuelva a casa conmigo, pero no es la realidad, solo en mi mente. Ella no se lo permite. Tardamos lo que tardamos en iniciarnos en esto porque ella es muy sesuda… Como siempre, la mujer es la que piensa con la cabeza y el hombre con la polla… El día que nos “desvirgaron”, ella ya tenía muy claro la diferencia entre sexo y amor.

Por supuesto, tiene sus favoritos -como yo los míos- con los que hay una relación mucho mas allá del sexo, y eso, en más de una ocasión me ha hecho confundir las cosas… Mi mente calenturienta va a su bola.

En un primer momento teníamos el límite que siempre íbamos los tres. Siempre. Primero le conocía yo, después quedábamos los tres y luego, después de un par de citas, quedaba ella sola.

Más adelante, en otras ocasiones, por logística o por el morbazo que supone, fue ella la que quedó la primera. Yo hablé con el chico, nos gustó desde el primer momento -incluso sin llegar a verle – y decidí que fuese ella sola. Por jugar.

Pero yo siempre necesito más. B y yo llevamos juntos toda la vida. Ella nunca ha tenido la necesidad de ligar. Nunca ha salido a ligar. Y yo me empeñé en que tenía que ligar, pero además en situaciones normales. Con chicos que no son liberalesHemos salido unas cuantas veces… De esto que te vas a cenar, acabas en el Luz de Gas, y… sí, se ha atrevido a ligar, a morrearse mientras yo la observaba desde el otro lado de la pista… aunque luego nunca se ha atrevido con el “ahí está mi marido. Nos vamos los tres”.

En una ocasión, en un bar, no hacia más que mirarse con un chico, pero ni él ni ella se atrevían a dar el paso porque estaba yo… Me acerqué yo al chico y le dije: “mi amiga quiere conocerte, y por lo que parece tú también a ella”. El chico se llevó un susto de muerte… Hasta que le repetí lo de “mi amiga”. No pasaron del morreo, magreo y calentón, mientras que yo me quedé con los amigos del chico tomando una copa y explicándoles que éramos dos amigos divorciados que, aunque follábamos de vez en cuando, no éramos pareja. ¡Fue divertidísimo! Tenían como quince años menos y estaban todos alucinados de que su colega se hubiera levantado a una mujer como B… y conmigo delante.

Así que, el año pasado, a raíz de un viaje de trabajo de B, le dije: “sal y liga”. Lo hizo: ligó y folló, en más de una ocasión, con un chico que no era del ambiente. Fue todo muy raro: la distancia, el que yo no estuviera allí, que el chico no fuese consciente de que éramos swingers… La experiencia nos sirvió para decirnos que nunca más. Si no podemos compartirlo todo, si los tres no somos conscientes de cuál es el juego, no es divertido.

Respecto al sexo, metidos en faena, no tenemos límites. Creo que hemos hecho de todo… y no solo una vez… Bueno, ella es la que marca lo que le apetece y lo que no… A mí cuantas más cosas y más límites se salte, más me pone… B tiene una máxima: “yo pruebo, pero de lo que no me gusta, no repito”.

P.- Y en todo este proceso, ¿no sientes celos en ningún momento?

R.- Sí, muchos, y cuantos más, más excitante resulta. Yo creo que el secreto de esto es el saber reconducir esos celos, darles la vuelta y que te exciten.

En un primer momento, cuando no conoces a los corneadores, los celos son mayores, “coño, acaba de conocerle y ya está entregada por completo”. Cuando ya has entablado una cierta relación con ellos, los celos vienen por el “¿por qué quiere repetir con este?”, o cuando la ves cómo se entrega a ellos, rompiendo algún tabú. “¿Qué habrá visto en él para que ella consienta que le haga eso?”

No son siempre el mismo tipo de celos, ni las sensaciones que provocan… Eso sí, a mi en vez de en un nudo en el estomago, se me manifiestan en forma de erecciones.

P.- ¿Qué relación tienes con los corneadores?

R.- Bastante buena y me gusta fomentarla fuera de lo que es el “mundillo”. Con los que mejor relación acabas teniendo ya no son corneadores, son amigos con derecho a roce. Desde el inicio, solo hemos rematado con gente que fuese afín a nosotros, con los que si te encontrabas con ellos en un bar o por la calle, no se convirtiera en un marrón, sino que te apeteciera hablar con ellos y no tuviéramos problemas en presentárselos a los amigos de siempre.

De todos hay dos que son especiales, J y T (otro corneador habitual de B). No me canso nunca de quedar con ellos. Lo que más me gusta es la complicidad que se crea… Es como si fueran los novios de mi mujer, es más, ¡uno de ellos hasta le pidió salir! No quedamos solo para follar, aunque casi siempre acaben en la cama.

P.- He leído que al corneador se le considera un macho alfa superior que tiene la capacidad de enamorar tanto a la mujer como a su cornudo. ¿Tú estás de acuerdo con eso?

R.- Es que si no te enamoran, no tiene gracia.

P.- O sea, tú te enamoras de los corneadores.

R.- Eeehhh… No me enamoro. Me embelesan. Son los Adonis de mis fantasías, esos chicos con los que he soñado que mi mujer iba a tener sexo. Y, créeme, mis fantasías son muy estéticas, muy de película de Hollywood… No siento ninguna atracción sexual por ellos. En ese sentido me considero muy hetero. Pero son altos, guapos, tienen cuerpazos, con conversaciones inteligentes y muy interesantes. Más allá del sexo, hacen realidad tus sueños, compartes mucha más intimidad que con cualquier otra persona… y encima provocan que B y yo nos pasemos follando como locos todo el día…

P.- ¿Crees que hay muchos cornudos y hot wifes dentro del armario?

R.- Todos los tíos son cornudos. ¡Sí! Mira, todos los chicos con los que hemos mantenido una relación más o menos larga han querido ver a B follando con otro y ser ellos los que hacían de cornudos. ¡Todos! Pero es que además cuando hemos hablado con alguna pareja, también. Es decir, yo creo que todos los hombres –aunque nos cueste reconocerlo- tenemos ese morbo que nuestra mujer sea nuestra actriz porno, o sea, que protagonice la peli que tenemos en la cabeza. Lo que pasa es que la mayoría no se atreve ni a plantearlo.

P.- ¿Cuál es, según tu punto de vista, el mayor cliché que pesa sobre tu manera de entender la sexualidad?

R.- Que el cornudo es eyaculador precoz, que es impotente, en definitiva, que ellas son insaciables y que él es incapaz de satisfacer a su mujer. Ese es el mayor cliché de todos. Yo me lo he encontrado y me encanta destrozarles esa visión. Pasa sobre todo con los amantes más jovencitos. Lo más mayores suelen entender todo esto mejor.

P.- ¿Cuándo asumiste que te gustaba ser cornudo?

R.- El día que empecé a soñar con ello. Fue una noche que mi mujer tenía una cena de aniversario de un compañero. Como estaba enfermo y medicado, no pude acompañarla. Conozco a todos sus compañeros y mi mujer jamás me había dado motivos para sentirme celoso, pero se hacía tarde y no llegaba. Me mandó un mensaje diciendo que se iban a tomar una copa más. Las tres y no llegaba. Ningún mensaje… Las cinco, las seis… Y todo esto en la cabeza, tac, tac, tac, tac… ¡Está con otro! Esa noche no dormí, por supuesto, y antes de que B llegara a casa ya tenía escrita la historia. Y la historia era que había conocido a un tío y se lo había cepillado. No pasó nada de eso, pero es que dices: “¡Coño, me he matado a pajas toda la noche!” Era como cuando tenía 15 años, que te corrías y al segundo estabas empalmado de nuevo y… otra vez; te corrías y… otra vez.

Habíamos pasado muchas épocas de nuestra vida separados, y nunca había tenido celos de ella. No sé si fue la medicación o el cambio de vida radical que hice después, pero me dije: “A mí me gustaría disfrutar de mi relación con mi mujer así”, y fue lo que generó todo.

P.- ¿Le ves fecha de caducidad a esta manera de enfocar vuestra sexualidad?

R.- Ella dice que a los 50. Yo espero que no. B dice que todo esto lo hacemos para reírnos cuando estemos en el asilo; para tener cosas interesantes que contarnos.


Selección del artículo aparecido en la página “Hablemos de Poliamor y otras formas de no monogamia”

Selección realizada por “Cosas de los cornudos”


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